Lo de falsificar documentos no es nada nuevo
Tal como lo oyes, el arte de falsificar documentos no es nada nuevo, de echo se conocen casos de falsificaciones desde la Edad Media. Los expertos hablan de dos tipos de documentos históricos falsos: los honestos y los de contenido falso.
Los honestos o diplomáticos son aquellos que aunque tengan la firma o el sello falsificado, tienen contenido real. Se recurría a ellos porque el original se perdía o dañaba, o bien porque el acuerdo que garantizaban solo se había hecho verbalmente.
Los falsos históricos o de contenido falso servían para engañar o atribuirse derechos que no se habían otorgado realmente. Un ejemplo muy destacable data del 1281, cuando el infante Sancho falsifico una dispensa papal para poder casarse con María de Molina. La Iglesia no reconocía este matrimonio porque él ya había estado casado y era pariente de su nueva esposa. Sin embargo, él quería que sus hijos no fueran bastardos y tuvieran derechos sobre el trono. A pesar de que la Iglesia acabo detectando la falsificación, su hijo Fernando IV si acabó siendo rey.
Falsificaciones en los monasterios
Se considera que más de la mitad de los documentos medievales que han llegado hasta nuestros días son falsificaciones. Precisamente los monasterios y las oficinas papales eran la principal fuente de los documentos falsificados. Después de todo, eran los que sabían escribir y custodiaban todos los archivos y documentos importantes de la época.
Uno de los ejemplos más destacables es el de la donación de Constantino. Según este decreto imperial Constantino donaba a la Iglesia todo el Imperio romano de Occidente. Lo que justificaba la existencia de los Estados Pontificios y se usaba como argumento para la intervenciones de los papas en política. En 1440 se probó que era falso, ya que usaba expresiones que no existían en el siglo IV.
Casas reales falsificadoras
Otra buena parte de las falsificaciones fueron usadas por la nobleza, para atribuirse poder político. Un caso especialmente llamativo fue el de Rodolfo IV, duque de Austria y miembro de los Habsburgo. Por aumentar su poder y competir con el de su suegro, el emperador Carlos IV, encargo cinco documentos falsificados: Privilegium maius. Entre otras cosas, estos documentos lo convertían en archiduque y le daba privilegios. Aunque en su momento se detecto que se trataba de una falsificación, Rodolfo IV se empeñó en pasar a la posteridad como archiduque, apareciendo en cuadros de diferentes artistas con los símbolos del archiducado. Su nieto Federico III fue coronado emperador y legitimo los documentos falsos, legitimando el archiducado de Austria y los Habsburgo como sus reyes.
A partir del Renacimiento, fueron saliendo a la luz tantas falsificaciones que se llego a decir que la mayoría de los clásicos de la Antigüedad griega y romana habían sido escritos por monjes en el siglo XIII.
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